En las provincias españolas de Segovia, Ávila y Valladolid se esconde un tesoro.

Allí, en medio de la Tierra de Pinares y la Sierra de Gredos, un espeso bosque de 400.000 hectáreas de pinos resinosos se extiende hacia las montañas.

Protegido del cálido sol español y bordeado de senderos, este bosque es un destino popular para locales y turistas.

Y, si lo visitas en la época adecuada y observas con detalle, verás a trabajadores junto a los troncos de los árboles llevando a cabo la tradición centenaria de recolectar el «oro líquido» del pino.

Un mercado en auge
La resina de pino fue utilizada por diferentes civilizaciones durante miles de años.

En España y en gran parte del Mediterráneo, se usó para impermeabilizar barcos, tratar quemaduras y encender antorchas, entre otras cosas.

Pero según Alejandro Chozas, profesor del departamento de ingeniería forestal de la Universidad Politécnica de Madrid, no fue hasta los siglos XIX y XX cuando la extracción de resina de pino se volvió rentable en esa región española.

Cuando la tecnología y la industrialización ayudaron a convertir la savia espesa en plásticos, barnices, colas, neumáticos, caucho e incluso aditivos alimentarios a mediados del siglo XIX, los propietarios de los densos bosques de Pinus pinaster de Castilla y León vieron una oportunidad.

Los trabajadores empezaron a cortar la corteza de los pinos de resina en toda la región para recolectar la valiosa savia.

Y aunque este lento proceso se detuvo en gran parte del mundo, en la última década ha experimentado un renacimiento en Castilla y León, el lugar con más fabricantes de resina en toda Europa y uno de los últimos en el continente donde persiste esta práctica.

De la «muerte» a la vida»
Mariano Gómez nació en Ávila y trabajó durante 32 años extrayendo resina de pino.

«Mi padre era productor de resinas y yo aprendí de él. Al principio usaba hachas de leñador, pero me dolían mucho las manos. Hoy las herramientas están mejor diseñadas para cada tarea, (pero todavía) son manuales», explicó.

El proceso de extracción se mantuvo prácticamente sin cambios desde que comenzó esta industria, pero los fabricantes de resinas actuales crearon herramientas más eficientes y ergonómicas, así como productos químicos que estimulan la secreción de resina.

Como resultado, los rendimientos y la productividad mejoraron enormemente.

Lo que cambió también fue que en el pasado la extracción de resina era «hasta la muerte» de los árboles, utilizando métodos muy agresivos.

Pero, desde hace un tiempo ha habido un cambio «a la vida», con una práctica en la que se minimiza el número de incisiones en la corteza, reduciendo el daño en el árbol.

«Sangrando» a los árboles
En los meses más cálidos de marzo a noviembre, los productores locales extraen cuidadosamente la resina de los pinos quitando primero la capa exterior de la corteza del árbol.

Clavan un sostenedor y colocan un recipiente recolector. Luego, los extractores usan sus hachas para hacer incisiones diagonales en la corteza provocando un «sangrado» de los árboles y haciendo que su resina se filtre en el cubo. Cuando están llenos, vierten la savia en contenedores de 200 kg.

Los productores envían la sustancia a las fábricas destiladoras, que extraen la trementina de la resina que tiene una apariencia viscosa y amarillenta que se solidifica cuando se enfría y se convierte en piedras brillantes de color ámbar.

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